Día 600, miércoles
En el campamento vivía un gato llamado Garfield que sólo comía una vez a la semana. Su color: negro con tonalidades grises. Solía encontrársele durmiendo bajo la sombra de la carpa central en las épocas de sol. Durante las temporadas de lluvia, en cambio, corría a esconderse dentro de una de las carpas. A Takeshi Kusunoki no le caía especialmente bien el animal, pero tampoco le molestaba verlo en su carpa algunas tardes en las que acudía ahí para descansar un rato. Más le preocupaba la piel de su rostro tras los primeros meses viviendo en la intemperie de la sierra peruana. Hasta que una noche, caminando con Sarah de la mano por la orilla del río, encontraron una mancha negra en el piso. Parecía una muca en proceso de descomposición. Era Garfield. Nunca se llegó a descubrir quién lo mató. Lo del depredador sonaba coherente, pero no habían rastros de garras o de dientes. El gato había sido victimado con una piedra. Eso estaba claro. El sospechoso inmediato pasó a ser Takeshi. Raily lo llamó en horas de trabajo para conversar. ¿Qué es lo que estaba haciendo de noche a la orilla del río? Takeshi supo que era una buena pregunta. Miraba las estrellas, dijo. Esa misma noche Sarah le dijo que tenían que dejar de verse. Su compañera de carpa la había acusado. Ella sale de noche a verse con alguien, habría dicho. Todo se estaba yendo a la mierda por el maldito gato muerto. Esa noche, que era la última, Sarah se dedicó a contarle los verdaderos motivos por los cuales había acabado en el campamento de la Asociación.