miércoles, marzo 25, 2009

Día 600, miércoles

En el campamento vivía un gato llamado Garfield que sólo comía una vez a la semana. Su color: negro con tonalidades grises. Solía encontrársele durmiendo bajo la sombra de la carpa central en las épocas de sol. Durante las temporadas de lluvia, en cambio, corría a esconderse dentro de una de las carpas. A Takeshi Kusunoki no le caía especialmente bien el animal, pero tampoco le molestaba verlo en su carpa algunas tardes en las que acudía ahí para descansar un rato. Más le preocupaba la piel de su rostro tras los primeros meses viviendo en la intemperie de la sierra peruana. Hasta que una noche, caminando con Sarah de la mano por la orilla del río, encontraron una mancha negra en el piso. Parecía una muca en proceso de descomposición. Era Garfield. Nunca se llegó a descubrir quién lo mató. Lo del depredador sonaba coherente, pero no habían rastros de garras o de dientes. El gato había sido victimado con una piedra. Eso estaba claro. El sospechoso inmediato pasó a ser Takeshi. Raily lo llamó en horas de trabajo para conversar. ¿Qué es lo que estaba haciendo de noche a la orilla del río? Takeshi supo que era una buena pregunta. Miraba las estrellas, dijo. Esa misma noche Sarah le dijo que tenían que dejar de verse. Su compañera de carpa la había acusado. Ella sale de noche a verse con alguien, habría dicho. Todo se estaba yendo a la mierda por el maldito gato muerto. Esa noche, que era la última, Sarah se dedicó a contarle los verdaderos motivos por los cuales había acabado en el campamento de la Asociación.

martes, marzo 24, 2009

Día 599, martes

"Una vez tuve una idea fascinante", dijo Willy. Era temporada de lluvia y el techo de la carpa era embestido por gruesas gotas que el plástico mantenía fuera. "Era la idea para el guión de una película en el que el personaje principal es un abogado exitoso que un buen día decide cambiarse de sexo". Takeshi lo miró anonadado. "Sucede entonces que el abogado exitoso se va a vivir muy lejos". Pacote sostenía una mano de naipes. Una lámpara de aceite lo alumbraba tenuamente. "A partir de entonces, la vida de este tipo se vuelve un drama, sufre mucho por las relaciones que establece, en su gran mayoría levantes al paso que perpetra en bares de Barcelona o una cosa así. Hasta que, un buen día, el exitoso agobado conoce a una chica que lo cautiva". Takeshi dejó su mano de naipes boca abajo y se asomó por la ventana de la carpa. La lluvia ya casi arreciaba. El campamento se veía desolado. "¡Una chica!", grito Pacote, riendo. "¿Te das cuenta de lo que significa?". Willy enmudece por un segundo y le da un sorbo a su termo con café. "Ya casi dejó de llover. ¿Vas a salir esta noche?". La pregunta lo agarró desprevenido. "No crea que no me he dado cuenta, mi estimado, que hace ya varias semanas que usted sale por las noches y no regresa hasta entrada la madrugada". Takeshi se quedó callado un buen rato. "Eso pensé". Takeshi abrió la puerta de la carpa y salió vistiendo su uniforme blanco y una chompa de lana. Atravesó el campamento justo cuando dejó de llover. Una vez en el río, se percató de una frágil figura que se dirigía lentamente a la parte del campamento donde sólo duermen las mujeres. Takeshi hizo lo imposible por lograr alcanzarla: la llamó por su nombre, le hizo señas con las manos, pero Sarah no le hizo caso. Cuando por fin pudo llegar hasta ella, la llenó de besos y la abrazó. Ella estaba empapada, no dejaba de llorar.

jueves, marzo 19, 2009

Día 594, jueves

Hace días que me siento terriblemente mal y no hago nada al respecto. La mayoría de las veces es pura confusión mental, seguida por la certeza de que en realquier momento me dará un derrame y rodaré por las escaleras de la universidad hasta quedar inválido. En seguida tengo otros síntomas, como mareos, taquicardia y una severa infección urinaria. Cuando voy al baño siento que mi pene va a estallar, o que voy a empezar a orinar sangre sin más. Después vienen los vómitos. Son ataques incontenibles en los que puedo vomitar todo lo que he comido en semanas. Me produce terror la idea de que esto pueda pasar en la calle, a plena luz del día. A veces la angustia se apodera de mí y no puedo escribir ni una sola línea. Otras veces ruego porque algo extraño suceda y que la historia dé un giro radical. La otra noche soñé con un tipo al que intentaba darle mi número de teléfono y no podía hacerlo porque el lapicero o el papel que tenía a la mano no servían. Es un sueño recurrente, el intentar hacer algo práctico y no poder concretarlo. La mayoría de las veces sueño que intento pegarle a un tipo durante una pelea, pero mis puños no son lo suficientemente fuertes y no le hago daño a nadie. Eso podría ser verdad, después de todo. Podria escribir una novela sobre un tipo que únicamente se sienta en su casa a ver televisión sin hacer nada.

miércoles, marzo 18, 2009

Día 593, miércoles

"Hemos venido aquí a morir", dijo Sarah.

martes, marzo 17, 2009

Día 591, lunes

La veía cada mañana sentarse en el comedor cominutario y beber un café. A veces la podía contemplar leer un libro grueso, de cubierta negra y letras rojas en el lomo, durante todo el desayuno. No era un bombón, eso lo sabía muy bien Takeshi Kusunoki, y sin embargo le llamaba la atención su forma de comportarse en público, de manera tan precavida y metódica, como si cualquier alteración de su rutina la pusiera en los límites de lo permitido. Espiar un poco a Sarah Llacsahuanga lo entretenía en sus largas horas sentado frente al escritorio de su nuevo trabajo en la carpa administrativa. Y es que era un poco triste para Takeshi percatarse de que su vida no había sufrido ningún cambio radical tras abandonar la sociedad en pos de una alternativa más llevadera. Quizás por eso contemplar a Sarah, en su precavido ir y venir limpiando los sectores administrativos, le hacía todo más llevadero. Muy pronto se percató de aquel brillo en los ojos de Sarah, esa misma certeza impregnada en sus pupilas que ya antes había atraído a otros. Fue muy cerca de las fiestas de fin de año (cúmulos de nubes, densas neblinas e intensas lluvias lo anunciaban sin cesar) cuando Takeshi se armó de valor y, tras largas noches en vela, le consiguió componer un poema a Sarah, el mismo que le entregó en vísperas de Navidad, luego de pasear a orillas del río frente a la pared donde estaba escrito el código que regía la vida en el campamento de la Asociación. Una vez que Sarah hubo leído el poema, miró a Takeshi fijamente, como si no consiguiera entender absolutamente nada de lo que había leído. Para Takeshi estuvo claro: ¿cómo había podido escribirle un poema sobre el brillo de sus ojos, o sobre aquella certeza impregnada en sus pupilas? Simplemente era muy tonto. De inmediato el joven periodista quizo transformar su cuerpo por el de otra persona, cavar un profundo agujero en la tierra donde poder esconderse, o irse a vivir lejos, muy lejos, a un país que ya no existiera, como la Unión Soviética. Sarah, por su parte, no dijo nada durante varios minutos. Nada más se quedó quieta, apoyada sobre una piedra lisa que encontró en el camino, mientras de sus ojos brotaban gruesas lágrimas que corrían hasta confundirse con el río.

martes, marzo 10, 2009

Día 585, lunes

Aquella mañana los llamaron a todos al auditorio bajo la sombra de la carpa central. Takeshi no tenía idea de qué iba el asunto, pero igual se sentó en una de las sillas de plástico, a unos metros del podio donde se colocó Raily. Según se anunció, era la asamblea mensual en donde se presentarían a los recién llegados y donde por fin se le designaría a cada uno la labor diaria a realizar de ahora en adelante. Según Willy, quien había estado instruyendo a Takeshi sobre los aspectos básicos del campamento de la Asociación, las mejores tareas eran las manuales, en tanto aquellas que les tocan a los miembros con un mínimo de espacialización eran aborrecibles. Willy Pacote, por ejemplo, era el sastre del campamento. "Un oficio aprendido de mi padre", le dijo. Según él, Takeshi no debió haber dicho que era periodista, sino que sabía lavar platos, era mecánico o cerrajero, y ya luego aprendería el oficio que había escogido. Sin embargo, Takeshi prefirió vanagloriarse de su profesión y por ello le tocó trabajar detrás de un escritorio, con el culo pegado a la silla. A la hora de la presentación, Raily, con su uniforme blanco inpecable y su teléfono celular satelital colgando de su correa, llamó adelante a unas veinte personas, entre hombres y mujeres, jóvenes y viejos, que fueron colocados delante de la asamblea como especímenes traídos de marte. Raily dijo en voz alta los nombres de cada uno y el oficio que de ahora en adelante ejercerían durante su fugaz -puso énfasis en aquello de "fugaz"- paso por el campamento de la Asociación. Entre los recién llegados estaban Alicia Pillman, quien había sido destinada al area de contabilidad, y Sarah Llacsahuanga, en la sección de limpieza. En ese momento Takeshi no le prestó mucho atención, dado que estaba un poco intrigado por el hecho de tener que volver a sentarse en una silla por más de ocho horas seguidas, esta vez ordenando información sobre los habitantes del campamento de la Asociación, lo que le supo a burocracia, pero una de las chicas recién llegadas no le quitaba el ojo de encima.

lunes, marzo 02, 2009

Día 577, lunes

La diversión está allá afuera. Estoy seguro de que alguien, en esa enorme ciudad coronada con espinas, se está divirtiendo. Saco la cabeza por la ventana y escucho música. Alguien está celebrando algo. ¿El aniversario de la caída del muro de Berlín? ¿El fin de la sociedad de consumo? ¿El mero hecho de existir? No. En verano siempre hay una excusa para celebrar y en este lugar siempre hay alguien esperando algo. Hace demasiado tiempo que estoy aquí esperando. Toda mi adolescencia me la pasé fumando en el parque preguntándome dónde carajo estaba la diversión. La diversión, tal como se le conoce, me es ajena. Sin embargo, soy consciente de que existe y que está allá afuera. Si aquel equipo de música dejara de sonar, no se escucharía nada a kilómetros de distancia. En esta ciudad siempre hay alguien esperando algo.